lunes, 26 de septiembre de 2011

Un beso legal nunca llenará tanto como uno robado.

De repente te das cuenta, le quieres. Puede que hayas estado intentado no reconocerlo. Has estado buscando métodos para olvidarle. ¿Otros tíos? Quizás. Pero vuelves a verle y le miras tan tímidamente como el primer día. Te acercas a él, a preguntarle cualquier cosa trivial, pero vuelves a hablar con él, y te sonríe, y te enteras de que le sigues queriendo. Da igual que hayan pasado meses, de echo años, le quieres. Esos ojos marrones, ese pelo oscuro y rebelde, esa sonrisa blanca y perfecta, que ilumina su cara cuando sonríe, que hace que te derritas cuando la ves, ese cuerpo, y sus manos, aquellas que te rodeaban cuando él te besaba. Y sientes que estáis hechos el uno para el otro. Te preguntas qué pasó, porqué todo se acabó, que hizo que os distanciaseis, y lo recuerdas. Pero te da igual, te da igual que te rechazase en una ocasión, le perdonas porque en ese momento sientes que él también te sigue queriendo, que sigue deseando rozar tus labios, en algún momento que no debía y de esa manera furtiva, tan característica en él, que sigue deseando rodearte entre sus brazos, con ternura.

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